lunes, 1 de diciembre de 2014

Ser siempre respetadas

El pasado 25 de noviembre se ha conmemorado -que no celebrado- en todo el mundo el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, aprobado por las Naciones Unidas en 1999. La violencia contra la mujer se definió por parte de este mismo órgano internacional en 1993,como


Todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas o la prohibición arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada.



Con este argumento, han tenido lugar cientos de actos en todo el mundo. Bueno, en casi todo el mundo.




Y  no es un tema de generaciones pasadas, sino de todas, incluso las más jóvenes, pues según datos de Estados Unidos  “un 83 por ciento de las niñas del octavo al onceavo grado de estudios (de 12 a 16 años) han experimentado alguna forma de acoso sexual en las escuelas públicas”. En España, hace tres años se realizó en Madrid y Burgos, un estudio entre jóvenes de 14 a 18 años  por parte de la Federación de Mujeres Progresistas, que arrojó unos datos reveladores y para mi escalofriantes. Mientras no haya una educación real en la igualdad. Mientras las mujeres no denuncien las agresiones de las que son objeto, desde el primer minuto, desde la más “pequeña”. Mientras que al primer “cari, no me gusta que te pongas esa falda” las chicas no reaccionen con contundencia y seguridad en sí mismas. Mientras tantas mujeres se vean sometidas a la esclavitud, sexual o de cualquier otro tipo. Mientras cada una de nosotras no seamos fuertes en nuestra propia vida, y defendamos con todos los medios a nuestro alcance a las mujeres que, desde otras culturas, no pueden ni siquiera luchar por serlo… no podremos sentirnos orgullosas de lo más bello, lo más esencial, lo más íntimo que tenemos. Ser mujer.

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